La espada y la pared

La tarde del 14 de febrero Estados Unidos vivió un evento trágico, pero que, por más trágico que fuese y parezca, no es el único que se ha dado en los últimos años: un tiroteo en una escuela de Parkland, Florida. Como menciono, ya no es una novedad, según reporta la BBC, este tiroteo es el número 18 en lo que va del año y uno de los más letales en toda la historia de E.E.U.U, aunque claro, el sentimiento se hace presente como si fuese la primera vez. 

Algo que resulta interesante de este caso es que el protagonista del tiroteo fue “justificado” como enfermo mental, pero ¿es realmente la salud mental la culpable de que haya armas por todos lados en el país? ¿Todos los tiroteos son entonces culpa de la salud mental? Hay que recordar que en Estados Unidos comprar un arma es igual de sencillo que ir por una bebida a un supermercado; es un derecho, de acuerdo con la Segunda Enmienda, a poseer para protegerse , pero más que nada, una justificación del país para seguir vendiendo y fabricando armas (en donde la economía e industria estadounidense depende de manera significante).

Aún es una incertidumbre que va a pasar, ya hay muchas personas inconformes con el uso de armas y las vidas que estas han arrebatado, todo esto por la incapacidad y poca voluntad del gobierno estadounidense de establecer medidas que pudiesen (o no) reducir las posibilidades de que se vuelvan a dar tiroteos como los que se han dado en distintas escuelas estadounidenses ( o al menos que se vuelvan a dar de manera seguida); según diversos representantes del gobierno “no hay ninguna ley que hubiera evitado el problema”.
Aunque por otro lado, no sólo es la culpa del gobierno, sino que también la misma cultura estadounidense, de una manera no tan directa ha fomentado la violencia y la imagen de que las armas son “increíbles”.

Ahora, suponiendo que se llegaran a establecer ciertas medidas contra la posesión y uso de armas o un control rígido de quienes pueden poseerlas, esto implicaría varias cosas: en primer lugar, que se sigan vendiendo armas, pero no a criminales o enfermos mentales (sin importar que el uso de un arma sea independiente de la condición psicológica de la persona); que el comercio de estas dejara de aportar ingresos vitales para la economía de E.E.U.U y que sus relaciones puedan verse comprometidas con aquellos actores de diferentes países que le compran armas. Por otro lado, sí no hay respuesta, el gobierno estadounidense crearía mayor descontento entre la población del que ya existe: se encuentra entre la espada y la pared, debatiéndose entre “lo bueno” o lo que le beneficia y entre quedar bien con tu población o quedar bien con tus compradores.

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